lunes, 15 de abril de 2013


Quien es Jesús para ti





Mateo 16:13-17.

Los creyentes o seguidores de Cristo debemos fundamentar nuestra realidad de fe en la concepción clara y absoluta de quien es para nosotros  Jesús.
·         El lugar de este gran acontecimiento fue las regiones de Cesarea de Filipo (v. 13). Esta población estaba ubicada en el punto del extremo norte de Palestina, a unos 35 km. del mar de Galilea, a poca distancia de Dan, al lado de una de las dos fuentes que alimentan el Jordán. Este pueblo tenía una elevación de más de 300 m. sobre el nivel del mar Mediterráneo y estaba cerca de la base del monte Hermón. Herodes el Grande edificó aquí un templo de mármol blanco, en honor de Augusto César. Luego Felipe, el tetrarca, amplió la construcción y le puso el nombre “Cesarea” en honor del emperador Tiberio. Para distinguirlo de la Cesarea sobre el mar Mediterráneo, lo llamaron Cesarea de Filipo. Los habitantes eran en su mayoría paganos. Esta sección de Mateo constituye una de las más importantes en el Evangelio. Jesús está a unos seis meses de la cruz. Había muchas cosas más que quería enseñar a los discípulos, pero previamente sería necesario verificar la comprensión de los discípulos en cuanto a su identidad.




¿Por qué es tan importante tener una correcta concepción de la identidad de Jesús?

    Intentemos extraer por lo menos dos respuestas a esta interrogante a partir del relato realizado por Mateo y los sinópticos.

NOS EVITA CONSTRUIR UNA IMAGEN Y ESPECTATIVAS FALSAS ACERCA DE ÉL.

            Vemos  que Jesús somete a sus discípulos a dos preguntas de suma importancia. La primera  tiene el propósito de determinar hasta qué punto los discípulos estaban al tanto de la opinión pública en cuanto a la identidad de Jesús. El Señor emplea un titulo mesiánico ya conocido en la escatología y profecía judaica, τὸν υἱὸν τοῦ ἀνθρώπου (Mt.16:13 BYZ) equivalente del hebreo בֵּן־הָאָדָם (Mat.16:13 DLZ) y del arameo בַ֥ר אֱנָ֖שׁ bar ’enash; “Hijo de Hombre” o mejor dicho “Hijo de Humanidad” o más cercano todavía a la semántica de la escatología judía, simplemente “el humano” por excelencia. Este es el único título que Jesús empleo durante su ministerio terrenal, registrado por los sinópticos, para designarse a sí mismo. De hecho, aparece 82 veces en los cuatro evangelios. Los judíos ya lo identificaban como titulo mesiánico desde Daniel 7:13:  Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre (בַ֥ר אֱנָ֖שׁ), que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido. (Dan 7:13-14 RV60)
            Este titulo describía en la escatología judía al Redentor que vendría en gloria y majestad a consumar toda la potencia del Reino de Dios en el gran y temible día final. Ante su consulta los discípulos responden reflejando la florida imaginación y las expectativas que muchos de los judíos se hacían acerca de la persona de Jesús. Algunos opinaban que el Hijo del Hombre o El Humano sería Elías (v. 14) resucitado, según la interpretación literal de una de las profecías: Y yo les enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible: reconciliará a padres con hijos, a hijos con padres, y así no vendré yo a exterminar la tierra. (Mal.4:5-6 BNP)
              Otros pensaban que Jesús era la reaparición del profeta Jeremías (v. 14) puesto que Jeremías anunció la creación de un nuevo pacto en el futuro, por medio del cual los hombres obtendrían el perdón de sus pecados: Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. (Jer.31:33 R60)
                Para otros judíos Jesús sería la reaparición de uno de los venerados profetas del Antiguo Testamento, sin especificar cuál de ellos, puesto que al igual que aquellos, Jesús les invitaba a ponerse a cuenta con Dios (comp. v. 14; Luc. 7:16; Juan 6:14): Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. (Is.1:18 RV60)
            Tasker observa que las distintas opiniones en cuanto a la identidad de Jesús tienen dos cosas en común: (1) Lo identifican con una figura del pasado, en vez de reconocerlo como una persona única y suprema; (2) las opiniones contenían expectativas peligrosas y engañosas. Jesús se asemejaba a las personas mencionadas, pero trascendía a todas ellas. La Epístola a los Hebreos establece la superioridad de Jesús a todas las personas e instituciones del Antiguo Testamento. Sin lugar a dudas que si esta pregunta se la dirigimos a los primeros testigos de la vida de Jesús encontramos respuestas contradictorias: para los romanos debe haber sido un revoltoso caudillo político que se creía rey; para los fariseos debió haber sido un idealista exagerado, un populista y un trasgresor inútil; para las mujeres debió ser una luz de esperanza y reivindicación que se encendió y luego fue apagada por la violencia machista; para los judíos zelotes revolucionarios debió haber sido un débil antinacionalista amante de los romanos y un conservador cobarde; para los pobres debió haber sido un profeta y un libertador frustrado que generó expectativas que no pudieron cumplirse; por último, para los miles que lo vieron pasar por sus aldeas y campos debió haber sido un iluminado, un rabí del pueblo que terminó condenado y muerto. Sin embargo todo esto o son verdades a medias o imágenes muy falsas que ellos mismos quisieron proyectar en Jesús y que inevitablemente termino decepcionándoles o frustrándoles. La única categoría que satisface la persona de Jesús es la que le será revelada a Pedro.
               Como seguidores y discípulos de Jesucristo debemos evitar a toda costa construir una imagen y expectativas erróneas, o a medias sobre él. Puesto que esto nos llevara a confusión, decepción, e impotencia. Jesús es muchísimo más que cualquier expectativa humana que tengamos de él, más que un salvador, un redentor, un libertador, un sanador, un proveedor, un hacedor de milagros, un restaurador de relaciones, un cumplidor de promesas, un espíritu carismático, un efectivo exorcista, un defensor de los pobres y oprimidos, o un revolucionario incomprendido. Jesús es sobrenatural e incomprensiblemente El Cristo, El Mesías,
NOS PERMITE ENTENDER QUE DIOS MISMO SE NOS HA REVELADO PARA CONOCERLE.
             El relato evangélico nos plantea ahora la segunda interrogante que Jesús dirige a sus discípulos ¿Quién dicen ustedes que soy yo?  Mateo y los sinópticos no tienen problema alguno para reconocer que Pedro es quien se adelanta en representar a los discípulos  con una respuesta que posee algunas diferencias verbales, pero con un

acuerdo básico: ¡Tú eres el Cristo! (Mar. 8:29); ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente! (Mat.16:16); y El Cristo de Dios (Luc.9:20). Esta variedad de expresiones indica que no existía una fórmula “ortodoxa”. Sin embargo, las tres oraciones emplean la expresión clave de esta confesión de fe:


Σὺ εἶ ὁ χριστός (Mat.16:16 BYZ) Tú eres el Cristo, o Tú eres el Mesías. Este título reconocía que Jesús es el ungido por Dios para reinar sobre el universo y en los corazones de sus súbditos. En la afirmación de Pedro se concentra todas las realidades y verdades respecto al Mesías. Confesarlo Cristo, significa que es más que un excelente maestro de doctrina, más que un sabio versado en las escrituras. Lo coloca más allá de una buena persona que cura y se compadece de los pobres y marginados. Cristo significa el designio de Dios para una tarea que ningún otro puede realizar.


Decir que es el Cristo es reconocer que en la historia de Dios con su pueblo se ha operado una bisagra fundamental. Decir Cristo es entender que él mismo es el evangelio, el logos de Dios encarnado. Es simplemente por ello que Jesús responde a Pedro
ὅτι σὰρξ καὶ αἷμα οὐκ ἀπεκάλυψέν σοι, ἀλλ᾽ ὁ πατήρ μου ὁ ἐν τοῖς οὐρανοῖς. (Mat 16:17 BYZ)…porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. La expresión apokalýpto (dar a conocer lo escondido, discurrir el velo para descubrir) puesta por el evangelista en boca del Señor nos advierte claramente que Pedro solo pudo comprender la real y sublime naturaleza e identidad de Jesús, por un acción revelativa de Dios mismo. Sin esta voluntad revelativa de Dios, es imposible que los seres humanos reconozcan a Jesús por lo que en verdad es. Por ello, Jesús mismo, aclara que la percepción espiritual demostrada por Simón en la confesión no era el resultado de una deducción natural y humana, de carne y sangre, sino que era el resultado de una revelación del Padre Celestial (v. 17).
No había base de jactancia, ni de sentirse superior a los demás. Fue un acto de gracia de parte de Dios. Dios había favorecido a Simón en este particular, y por eso era un hombre dichoso. El evangelio completo, la voluntad soberana y absoluta de Dios, el Reino de Cielos y la gracia redentora del Señor, le había sido revelada a Pedro en la persona de Jesús. Hasta ahora, los discípulos no lo habían comprendido:
Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?  (Jn.14:7-9 R60)


Como seguidores y discípulos de Cristo debemos comprender que solo tendremos un real conocimiento y practica del evangelio, si recibimos de Dios mismo, una clara revelación de la persona de Jesús como El Dios-Hombre, El Eternamente Otro, El Creador y Sustentador de todo el universo, El Único Dios Viviente, El que está por sobre el tiempo y espacio, El Señor de Universos,  El Dueño Absoluto de nuestras vidas, El Rey Eterno, El Autor y Consumador de nuestra fe.


Gustavo Robles Cid
Reflexion basada en sermón dominical para Comunidad de Fe Rey de Gloria
Las Asambleas de Dios de Ñuñoa - Chile