viernes, 22 de agosto de 2008

UNA PASTORAL ACERCA DEL DIVORCIO: “Desafío sociológico de la iglesia cristiana

INTRODUCCIÓN
En el basto campo de estudio de la “Sociología”, nos encontramos con la “sociología de la familia” y como era de esperarse, se encuentra relacionada con la “sociología de la religión” en contenidos, formas, problemáticas y misión.
En este sencillo ensayo critico se pretende analizar dos tópicos que, al entender personal, resultan interesantes para la labor pastoral de la iglesia cristiana evangélica, frente a la problemática de la “separación” o “divorcio” en nuestra sociedad chilena.
El primer tópico tiene relación con el entendimiento del tema del divorcio dentro de la iglesia cristiana, tanto católica romana como evangélica.
El segundo tópico es más bien una autocrítica a la labor pastoral actual de iglesia cristiana evangélica frente a las problemáticas reales que provocan la separación, nulidad matrimonial o divorcio en la sociedad de la que somos parte y aun en la misma iglesia. ¿Qué estamos haciendo para fortalecer el vínculo matrimonial y proteger la familia? ¿De que forma estamos instruyendo a los matrimonios jóvenes para evitar que frente a los conflictos opten por el camino de la separación o divorcio? ¿Cómo estamos actuando con las personas separadas o divorciadas que llegan a nuestras iglesias o que son parte de nuestra congregación? ¿Les estamos restaurando y devolviendo el sentido de pertenencia eclesial? ¿Hemos creado la estructura necesaria para atenderles pastoralmente e insertarles en la iglesia como miembros sanos y útiles? ¿Conocemos los conflictos comunes que deben enfrentar quienes han vivido la experiencia del divorcio? ¿Sabemos bien que es lo que espera recibir de la iglesia cristiana y que tenemos para entregarles?
Por medio de estadísticas, instrumento legal y ensayos escritos por cristianos (católicos y evangélicos) intentaremos encausar esta problemática social, aun cuando es posible que nos encontremos con más cuestionamientos que respuestas concretas.


DIVORCIO: LA NECESIDAD DE COMPRENSIÓN DEL TEMA DENTRO DE LA IGLESIA
CRISTIANA EVANGELICA.

El divorcio ha sido tema de cuestionamiento y análisis a lo largo de la historia de la iglesia cristiana, sin embargo, pese a todo lo que se ha dicho y escrito al respecto, todavía se debate acaloradamente sobre él. Como ilustración de lo anterior, Las Asambleas de Dios de Chile, en su Convención Nacional bianual (realizada en Lican-Ray en marzo del 2004) trató el asunto por quinta vez (en las convenciones anteriores no se había logrado acuerdo). Solo después de una larga exposición del comité designado para el estudio, se pudo llegar a la conclusión de que la iglesia debía tener una posición más pastoral y misericordiosa con las personas divorciadas o anuladas. Se propuso la formación de un Tribunal de la Familia para tratar los casos de separación, nulidad y divorcio de los miembros de las Asambleas de Dios o quienes llegarán a ella. Lamentablemente no se estableció ningún patrón de criterios o manual de procedimiento que ayudase al desarrollo de la labor pastoral del divorcio. Más aun, muchos ministros de las Asambleas de Dios (y que decir de los laicos) no tienen claridad respecto a la problemática del divorcio, legal ni bíblicamente.

Las conjeturas teológicas acerca del “divorcio” son variadas en la iglesia cristiana, el espectro va desde posturas ultra conservadoras hasta liberales. Se hace necesario por lo tanto una comprensión moderada del tema. Cuatro son las propuestas más comunes frente al divorcio en la iglesia cristiana: Divorcio por ningún motivo; Divorcio sí, pero no recasamiento; Divorcio y recasamiento aceptados en todos los casos; Divorcio y recasamiento solo en circunstancias especiales. Antes de examinar una propuesta moderada al respecto que nos sirva de base teológica para el tema, definamos bíblica y legalmente que es el Divorcio.

Definición bíblica de “divorcio”

En el Antiguo Testamento encontramos dos expresiones usada para referirse al “divorcio” y que al parecer eran sinónimas o complementarias:

· keritut utilizada para hablar de “repudio” y relacionado con la carta escrita para rechazar a la mujer y poner fin al matrimonio ( Dt. 24: 1- 3; Is. 50: 1; Jer. 3: 8).

· Shalaj traducido como despedir, repudiar, rechazar ( Dt. 24:1Is. 50:1).

En el Nuevo Testamento encontramos la expresión: apostasion primeramente habla de abandono, mantenerse alejado, por ello s utiliza para referirse a la carta de divorcio ( Mt.5:31; 19:7; Mr. 10: 4). La LXX utiliza esta expresión para las expresiones hebreas antes vistas en Dt. 24: 1- 3; Is. 50: 1 y Jer. 3: 8.

El divorcio aparece como un concepto bíblico en pasajes que lo reco­nocen como una práctica bien desarrollada, indicando que para entonces ya estaba bien establecido y era conocido. Hay un vocabulario técnico, fórmulas legales adscritas al mismo (carta de divorcio) y un proceso, paso a paso, por medio del cual puede obtenerse. El divorcio en el Antiguo Testamento es mencionado de esta forma en Levíticos. 21:7, 14; 22:13; Nú­meros 30:9; Deuteronomio 22:19, 29; 24:1-4; Isaías 50:1; Jere­mías 3:1, 8; Ezequiel 44:22; Malaquías 2:14, 16.
Dios (a través de Moisés) ejerció una función regulado­ra (Dt. 22:19, 29; 24:1-4). Debido a que Moisés reglamentó, más bien que prohibió, el divorcio directamente. El divorcio, pues, ya era una práctica común cuando Moisés escribió el Pentateuco y dio sus leyes al pueblo.
Si Moisés «permitió» el divorcio reglamentán­dolo, más bien que prohibiéndolo, no hemos de tener la idea de que Dios meramente dejó pasar el divorcio. Lo que hace es tomar nota de su existencia y trabaja sobre el mismo para asegurarse de que es permitido bajo cier­tas circunstancias solamente, y no bajo otras. Que cuando se haga, se haga con orden y que los que obtienen un divorcio se den perfecta cuenta de sus posibles consecuencias. Es, sin duda, correcto decir que en las Escrituras Dios reconoce la existencia del divorcio y lo regula cui­dadosamente.
Las Sagradas Escrituras pro­porcionan más detalles sobre el proceso de divor­cio que sobre las ceremonias del compromiso o del casamiento. Debidamente tratado, un divor­cio era un acto legal, formal, por el cual el pacto de matrimonio era repudiado y disuelto. En Deute­ronomio 24:1-4 vemos que era un procedimiento en tres pasos:
«Cuando alguno tome mujer y se case con ella, si después no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa vergonzosa, le escribirá carta de di­vorcio y se la entregará en su mano y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otros hombres. Pero si la aborrece este último y le escribe carta de divorcio y se la entrega en su mano y la despide de su casa; o si ha muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a to­mar para que sea su mujer después que fue envi­lecida; porque es abominación delante de Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad» (Dt. 24:1-4).
1. Debía escribirse una carta de divorcio: El escribir la carta hacía del divorcio un procedimiento
legal. Probablemente era firmada por testigos. Esta protegía al que la había recibido de acusaciones falsas, malentendidos, etc., y claramente establecía su condición de no casada.

2. Había que entregar la carta: El que se divorciaba tenía que poner la carta en las
manos de la otra per­sona.

3. La persona divorciada tenía que ser despedi­da de la casa: Era necesario que tuviera
lugar una ruptura de la re­lación; el que partía, cargaba sus cosas y se las llevaba. La persona divorciada tenía que mar­charse de la casa.

La Biblia no nos da ninguna muestra de la carta de divorcio pero existen prospectos de períodos ulteriores que han sido descubiertas. A continuación una muestra de una de ellas extraída de la Enciclopedia Judaica1 :

En el día ———— de la semana ———— del mes ———— en el año ———— desde el principio del mundo, según la común computación en la pro­vincia de ————yo, ———— hijo de ———— por el nombre con que pueda ser conocido, de la ciudad de ———— con el entero consentimiento de mi mente, y sin ninguna coerción, te he divorciado, despedido y expulsado ———— hija de ————, sea cual sea el nombre con que eres llamada, de la ciudad de ———— que has sido mi esposa hasta ahora. Pero te he despedido ———— hija de ————, sea cual sea el nombre con el que eres llamada, de la ciudad de ———— para que seas libre y estés a tu propia disposición, para casarte con quien quieras, sin obstáculo de nadie desde este día para siempre. Por tanto eres libre para cualquiera (que quiera casarse contigo). Que ésta sea tu carta de divorcio de mí, una escritura de separación y expulsión, conforme a la ley de Moisés y de Is­rael.
–––––, hijo de ––––––––, testigo
–––––, hijo de ––––––––, testigo.

En tiempos del Señor Jesús, la Ley Oral o Mishná contemplaba un tratado completo dedicado al libelo de repudio o carta de divorcio llamado Guittin, con nueve capítulos que reglamentaban el procedimiento de entrega de la “carta de repudio” y establecía una serie de parámetros como: el procedimiento cuando la carta de divorcio era traída desde una ciudad lejana, la autenticación o nulidad del documento, que personas pueden escribir el documento y quienes pueden entregarlo, condiciones para la validez del documento, disposiciones sobre formularios preparados, firma de los testigos, etc.
Lo anterior nos demuestra que el divorcio era un procedimiento legal común en el primer siglo de la era cristiana y que si se realizaba guardando cuidado de todos los detalles señalados en la jurisprudencia judaica, era aceptado por la mayoría.

Acercamiento legal al divorcio

En nuestra panorámica legal chilena, el 17 de mayo de 2004 entró en vigencia la “nueva ley de matrimonio civil” Nº 19.947 que vino a reemplazar a la ley de matrimonio civil de 10 de enero de 1884. Es decir por más de 100 años la legislación chilena no contaba con una ley que especificará clara y honestamente el término del vínculo matrimonial.
Tal como lo expresa el Dr. Josué Fonseca 2, la negativa influencia de la iglesia católica romana fundada en su derecho canónico, impidió legislar en forma seria y socialmente conciente al respecto. A cambio nos entregó una destilada e hipócrita ley de “nulidad” que pretendía hacer creer que el vínculo matrimonial nunca existió.
El nuevo articulado de ley de matrimonio civil en su capitulo IV, parrafo 1º, art. 42 ; establece claramente cuales son las instancias reconocidas como legales para poner termino al matrimonio civil:
“El matrimonio termina:
1º Por la muerte de uno de los conyugues;
2º Por la muerte presunta, cumplidos que sean los plazos señalados en el artículo siguiente;
3º Por sentencia firme de nulidad, y
4º Por sentencia firme de divorcio”. 3
Con respecto a la “nulidad” matrimonial, la nueva ley, establece causales bastante especificas para decretarlo en su capitulo V, párrafo 1º art. 44. En síntesis: cuando uno de los contrayentes estuviese ligado por un vínculo matrimonial no disuelto. Cuando el matrimonio una a menores de 16 años. Cuando uno de los conyugues se encuentre privado de la razón o sufra algún trastorno psíquico que le haga incapaz de vivir en estado de matrimonio. Cuando los contrayentes no pudiesen expresar claramente su voluntad. Cuando se han unido ascendientes o descendientes unidos por consanguinidad. Cuando uno de los contrayentes ha sido formalizado por el homicidio del conyugue anterior de su actual conyugue. Cuando ha existido error en la identidad de alguno de los contrayentes. Cuando ha existido presión indebida o uso de la fuerza para obligar a alguno de los conyugues a contraer matrimonio. Y cuando un matrimonió no se hubiese celebrado con un numero de mínimo de dos testigos.4
Debe quedar claro que cualquiera de las situaciones anteriores hace al matrimonio civil inválido, por lo tanto su ejecución queda sin efecto, sin embargo cuando son otros los agravantes la nulidad no es el procedimiento adecuado, es entonces donde aparece la figura del “divorcio”.
Entendemos, por la redacción de la nueva ley de matrimonio civil, que el “divorcio” es: el procedimiento legal que pone termino al matrimonio civil, pero que no afecta en modo alguno las obligaciones filiales adquiridas durante su duración (la manutención de los hijos es una obligación mutua de los conyugues divorciados, por ejemplo).
Resulta interesante examinar algunos de los artículos del capitulo VI en relación al procedimiento de divorcio. Se nos dice que este puede ser demandado por uno de los conyugues, ante la falta del otro, que constituya una violación grave a los deberes y obligaciones del matrimonio o de los deberes y obligaciones para con los hijos, que torne intolerable la relación 5. Las obligaciones del matrimonio a las que se hace mención aquí se refieren a:

· Los conyugues están obligados a guardarse fe, a socorrerse y ayudarse mutuamente frente a las circunstancias de la vida, guardándose respeto mutuo.
· El adulterio constituye una infracción grave al deber de fidelidad conyugal. Comete adulterio el conyugue que yace con un varón o con una mujer que no es su pareja legal.
· Ambos conyugues tienen el derecho a vivir en el hogar común, salvo que alguno, por razones graves y justificadas no pueda hacerlo.
· Ambos conyugues deben proveer a las necesidades de la familia común, según sus facultades económicas y al régimen de bienes que entre ellos exista.6

Por lo tanto cualquier infracción a los deberes antes enunciados da causa a la demanda
de divorcio. Además, cuando existe atentado contra la vida de uno de los conyugues, malos tratos físicos o psicológicos, o contra de los hijos. Cuando uno de los conyugues a sido condenado por algún crimen contra el orden familiar o la moralidad publica. Por la conducta homosexual, adicción al alcohol o drogas que constituya un impedimento grave para la sana convivencia entre los conyugues y para con los hijos. Cuando existe la tentativa de prostituir al otro conyugue o a los hijos.7
Lamentablemente (desde el punto de vista pastoral) el articulo 55 del capitulo VI de esta ley plantea que el divorcio puede ser decretado por el juez si es que ambos conyugues lo solicitan de común acuerdo, acreditando solamente la no convivencia durante un lapso superior al año. O en forma unilateral si se comprueba la no convivencia por un lapso continuo de tres años. Finalmente se nos dice en el articulo 59 del mismo capitulo, que aprobado el procedimiento legal, los conyugues adquieren el estado civil de “divorciados” con lo que podrán volver a contraer matrimonio civil.
Habiendo examinado lo central del articulado legal respecto al procedimiento de divorcio, analicemos una postura teológica moderada al respecto.

Postura teológica bíblica moderada acerca del divorcio Antes hemos mencionado algunas de las diferentes posiciones teológicas e interpretaciones que la iglesia cristiana ha desarrollado respecto al divorcio bíblico. Siguiendo el bosquejo que nos sugiere el Dr. Oscar Pereira 8, podemos sugerir que el texto de Mateo 5 y 19 son más iluminadores y pertinentes al tema en cuestión, debido a que son los únicos que mencionan una causa que justifique el divorcio corrigiendo así las posturas tradicionales de las escuelas rabínicas en tiempos de Jesucristo. La Mishná (ley oral) nos entrega información de acerca del planteamiento de estas escuelas:

“La escuela de Shamai afirma: nadie se divorciará de su mujer a no ser solo si encuentra en ella indecencia, ya que está escrito: porque encontró en ella algo ignominioso. La escuela de Hilel enseña: incluso si lo deshonró ( lit. si quemó la comida, inserción personal), ya que está escrito: por que encontró en ella algo ignominioso (lit. , ´ervat dabar; algo indecente, repulsivo que causa desagrado. Inserción personal). Rabí Aquiba dice: incluso porque encontró a otra más hermosa que ella, ya que está escrito: si no encuentra gracia sus ojos.”9
Podemos observar que de la escuela de Hilel emana la expresión: “por cualquier motivo” que emplearon los fariseos para tentar al Señor en su consulta acerca del divorcio en Mt. 19: 3. La cláusula de excepción que expresa Jesús en Mateo, en ambos capítulos, deja bien claro que el único justificante a base del cual un creyente puede divorciarse de su cónyuge es la fornicación (o pecado sexual).
Ahora bien, vayamos a la cláusula en detalle. Veámosla en sus dos formas:

«...autou parektos logou porneias, a no ser por causa de fornicación» (Mateo 5:32).
«...autou me epi porneia, excepto por fornicación» (Ma­teo 19:9).

En realidad, los escritores de la Biblia usan la pala­bra fornicación (porneia) para describir el pecado sexual en general, en casos de incesto (1.a Corintios 5:1), homosexualidad (Judas 7) y aun adulterio (Jeremías 3:1, 2, 6, 8; aquí una adúltera casada es divorciada a causa de su forni­cación; ver los versículos.2, 6, de la LXX) Jesús declara entonces que la fornicación (el pecado sexual) es la base sobre la cual uno puede pedir carta de divorcio, porque la fornicación cubre el incesto, la bestialidad, la homosexualidad, el lesbianismo y el adulterio. El hablar sólo del adulterio podría tender a estre­char demasiado el foco. La mayoría de las traducciones modernas tra­ducen “porneia” por las palabras «pecado sexual», evitando de este modo la confusión. Todo pecado sexual condenado como fornicación queda in­cluido.
Consideremos además que la cláusula de excep­ción se refiere también tanto al nuevo casamiento como también al divorcio. No hay manera de separar las dos ideas de Mateo 19:9 y Mateo 5:32. En el primer pasaje Jesús dice que se comete adulterio si uno se casa, a menos que el divorcio de la previa mujer haya sido por causa de fornicación de ella. Éste es el punto bá­sico de toda la afirmación sobre el adulterio. Ade­más, en el último, a la mujer divorciada y a su se­gundo marido se les advierte que van a cometer adulterio, a menos que ella fuera divorciada por fornicación.
Tal como lo menciona el Dr. Pereira, el planteamiento de Jesús es: “no se justifica el divorcio por cualquier motivo; el divorcio es permisible por la conducta, corrupta, de la incontinencia sexual de una de las partes”.10Es importante tener claro que Jesús no tenía intenciones de volver a legislar respecto al divorcio, puesto que la practica estaba ya reglamentada en la ley mosaica, en la ley oral y ampliamente aceptado en su época. Lo que hace el Señor es buscar el espíritu de la ley a la luz de los principios del Reino de Dios. Los religiosos de su tiempo debían saber que la voluntad de Dios era que el matrimonio uniese a las personas hasta la muerte de algunos de los conyugues (Mt. 19: 4-6), que el divorcio había sido decretado en la ley mosaica como una alternativa de ultima opción por causa de la critica condición de una humanidad caída, y que no podía darse por “cualquier motivo antojadizo” sino solo por causa justificada de infidelidad o inmoralidad o abuso sexual.
En cuanto al resto de las escrituras del Nuevo Testamento, es Pablo el que toca el asunto del divorcio y las crisis del matrimonio ( 1Cor. 7:10- 16, 27).
Consideremos primeramente que Pablo sigue la pastoral del divorcio que Jesucristo planteó. Solicita que la mujer casada no se separe, con intensiones de divorcio ( jristhenai ) de su marido (1Cor. 7:10) y en el caso inevitable de separarse (jristhe) que permanezca sin casarse con otro o que intente la reconciliación con su marido. Al esposo, Pablo solicita no despedir (afienai) en calidad de divorcio a su mujer. El apóstol postula como solución a los problemas matrimoniales entre cristianos, una sola vía, la reconciliación (katallangeto).
Es claro que un marido o una esposa pueden perdonar al cónyuge que peca, si se arre­piente. En realidad, en la mayoría de este tipo de casos el consejero bíblico procurará llevar al cón­yuge culpable al arrepentimiento, y entonces pro­curará efectuar una reconciliación. Si el cónyuge culpable se arrepiente, su cónyuge debe perdonar­le (ver Lucas 17:3 y ss.)
Observemos a manera de resumen los puntos que podemos desprender de las enseñanzas de Pablo en este pasaje:

· El conyugue cristiano no puede separarse del no creyente aduciendo su incredulidad.

· La bendición de Dios sobre el creyente cristiano cae sobre el no creyente, y el testimonio cristiano pueden traerle a la fe. Además los hijos son bendecidos por esta actitud.

· Si el conyugue no creyente decide separarse, el creyente debe dejarle partir, puesto que no debe estar sujeto o esclavizado (dedoulotai) a un trato indigno o humillante, sino a vivir en la paz del Señor.

Finalmente podemos realizar una síntesis de los presupuestos teológicos de esta
postura moderada frente al divorcio:

· Dios estableció, instituyó y ordenó el matrimonio para la pareja humana con carácter indisoluble, sagrado, permanente y exclusivo.
· Entendemos que el resquicio del divorcio en la ley mosaica tiene relación directa con el pecado del hombre.
· Jesucristo no justifica el divorcio, ni lo promueve, solo permite una salida para el conyugue inocente, victima de la infidelidad de su esposa(o) o por inmoralidad sexual.
· Cuando un matrimonio cristiano enfrenta conflictos no debe buscar el divorcio como alternativa, sino la reconciliación en Cristo.
· El divorcio en matrimonios mixtos (creyente con no creyente) debe ocurrir por iniciativa y decisión del conyugue incrédulo.
· Debe quedar claro que el divorcio en las Escrituras es solo una solución circunstancial y de último recurso y no un principio a adoptar.
· Cuando la Biblia permite el divorcio, presupone el derecho a un nuevo matrimonio.
· Frente al divorcio se debe actuar con la actitud del Señor Jesús.
· Se aconseja como prudente y ético que las personas divorciadas y casadas en segundas nupcias (por causa del divorcio) sean examinadas espiritual y moralmente, si desean ejercer liderazgo en la iglesia, sobre todo en caso del pastorado y diaconado.


LA LABOR PASTORAL DE LA IGLESIA CRISTIANA FRENTE A LA REALIDAD SOCIAL DE LA NULIDAD Y EL DIVORCIO

Después de haber realizado un breve acercamiento bíblico y legal respecto al divorcio, considerando para ello la legislación civil chilena y una postura bíblico-teológica moderada. Es nuestro deseo confrontarnos críticamente como iglesia cristiana evangélica frente a la realidad social de la nulidad matrimonial y el divorcio. Preguntarnos que estamos haciendo o que podemos hacer, en primer lugar para ayudar a prevenir y luego para atender a aquellas personas que se acercan a nuestras congregaciones con la esperanza de encontrara algún tipo de apoyo. ¿Cuál puede ser el rol de la iglesia cristiana evangélica para colaborar a aplacar los efectos de este flagelo de la familia? ¿Con qué herramientas contamos para realizar una tarea de terapia y consejería? ¿Están preparadas nuestras comunidades cristianas para acoger, sin prejuicio alguno, a quienes llegan después de haber enfrentado la nulidad o divorcio matrimonial? ¿Cuentan nuestras iglesias con la estructura necesaria para involucrarles en el trabajo y comunión de la misión cristiana?

Frente a la fría realidad

Sin lugar a dudas el divorcio y la nulidad matrimonial es una fría y creciente realidad que la iglesia cristiana evangélica no debe esquivar. Sabemos que el tema es complejo y espinudo puesto que existen variadas dimensiones sociales implicadas en la problemática: teológica, ética, jurídica, política, educativa, psicológica, cultural y finalmente aquella dimensión irreductible al conjunto de las anteriores, la personal-humana. Pese a lo anterior se hace necesario una reflexión y acción teológica-política en la que la iglesia pueda afirmar su dimensión publica, en una sociedad pluralista que experimenta procesos de secularización y un Estado que se declara “moderno” y confesionalmente neutral.
Estamos seguros que si se contará con las estadísticas adecuadas, nos encontraríamos con la realidad de que el porcentaje de anulados y divorciados entre cristianos evangélicos es correspondiente al porcentaje que se da en el resto de sociedad. Lo más preocupante es darnos cuenta que los divorciados no son siempre “cristianos livianos”, poco formados, que están por inercia en la iglesia, la experiencia nos muestra que muchos de ellos son cristianos maduros, militantes y bien formados doctrinalmente. Acertadamente lo plantea el Dr. católico, Fernando Castillo:
“En el pasado quedó aquel “divorcio”, “separación matrimonial” o “nulidad” que implicaba casi inevitablemente una ruptura con la fe y que enfrentaba una marginación no solo en la comunidad creyente, sino de algún modo también en la sociedad civil”.11Con el fin de ilustrar la realidad de la crisis que enfrenta el matrimonio en nuestro país, observemos estadísticas emitidas por el Instituto Libertad y Desarrollo 12 respecto a la tasa de nulidad por cada 10.000 parejas casadas en la última década:

1990 23%
1995 24,2%
2000 25,5%
2003 26,4%

Consideremos además un par de cuadros de sentencias de nulidad matrimonial emitidos por los tribunales de justicia 13 durante el periodo 2004 (año cuando aparece la ley de divorcio. Todavía no se emiten estadísticas sobre las sentencias de divorcio).

De los cuadros anteriores podemos determinar someramente lo siguiente con respecto a los casos de nulidad en chile en el periodo 2004:

· Entre los hombres, el mayor índice de nulidades corresponde al segmento que va de los 30 a 34 años de edad (1. 591 casos).
· Los varones tienden a la nulidad matrimonial con mayor frecuencia después de los 20 años de matrimonio. El segmento que predomina en este caso va de los 50 a los 54 años de edad (454 casos).
· Entre las mujeres, el mayor índice de nulidades corresponde al segmento que va de los 30 a 34 años de edad (1.763 casos).
· Las mujeres tienden a la nulidad matrimonial con mayor frecuencia después de los 20 años de matrimonio. El segmento que predomina en este caso va de los 45 a 49 años de edad (446 casos).
Sin lugar a dudas, desde nuestra perspectiva cristiana evangélica, no podemos estar de acuerdo con la “nulidad matrimonial”, excepto en los casos extremos que la nueva ley de matrimonio civil especifica y que ya hemos analizado (matrimonios contraídos: por personas con facultades mentales perturbadas o fuera de cabales, por menores de 16 años sin consentimiento de los padres, matrimonios contraídos por la fuerza y en contra de la voluntad de los contrayentes, etc.) Las otras figuras de nulidad son solo una acción hipócrita de una sociedad antivalorica, que pretende decirnos que el matrimonio anulado jamás existió.
Consideremos además que la crisis que enfrenta el matrimonio en Latinoamérica y en nuestro país se enmarca en la complejidad de la modernidad. Modernidad cuyo rasgo principal es el cambio permanente (como lo hemos estudiado en el texto, La mutación religiosa de América Latina, de J. P. Bastian), en las tecnologías, en las formas de organizar la economía, en las relaciones sociales, en la política, en la cultura y en la manera de enfrentar las relaciones humanas. La familia Latinoamericana a cambiado, la “gran familia” se ha disuelto y ya no es un centro de referencia para las personas; su lugar lo ha tomado la “familia nuclear”, que obviamente es un centro de referencia menor y más débil. La familia de hoy en día, generalmente, solo es un sistema de referencia para la infancia y en parte para la adolescencia; después se mantienen solo los lazos afectivos, aunque no siempre. La mayoría no define su identidad por su pertenencia a una familia.
Otro factor a considerar es el vertiginoso y competitivo ritmo laboral que los ciudadanos chilenos están llevando, provocando un gran despliegue de energías físicas, intelectuales, emocionales y de tiempo. Antiguamente las fuentes laborales tendían a ser estables, por lo tanto incidían en la identidad de las personas. En nuestra sociedad actual es común “cambiar” de fuentes de trabajo, de empresas, de lugar de ejecución, de oficio y hasta de profesión; provocando con ello indiferencia a la institución contratante y la búsqueda de la propia realización.
Como lo estudiamos con Bastian, en América Latina las enormes metrópolis ejercen atracción para los habitantes de las pequeñas ciudades. Incluso dentro de la misma metrópolis la movilidad es muy grande y continua. Es común que la gente cambie de barrio varias veces, disminuyendo así el sentido de pertenencia geográfica y comunitaria.
La familia misma ha cambiado; los roles del hombre y la mujer, hasta la relación entre padres e hijos. Se nos presentan nuevos modelos familiares que antes no eran considerados proyectos de familia.
Todo lo anterior a repercutido en la estabilidad matrimonial. La relación de pareja ya no está predeterminada como antes, hoy en día debe ser trabajada, modificada, profundizada por la confianza y de esta manera evitar el fracaso de la vida en común y el impulso de buscar otras relaciones más satisfactorias desde el punto vista personal.
¿Cómo puede ayudar la iglesia en este cuadro tan complejo? ¿Cuál es el aporte real que la pastoral cristiana puede hacer frente a esta cruda realidad?

Posibles acciones de la iglesia cristiana evangélica
Quisiéramos permitirnos sugerir algunas acciones que la iglesia evangélica podría tomar para realizar una labor pastoral frente a la problemática del divorcio. Confrontando primeramente nuestras clásicas costumbres evangélicas teológica y socialmente escapistas (teniendo en claro que muchas iglesias protestantes tienen esto muy claro desde hace bastante tiempo, pero no es el caso de nuestras iglesias pentecostales):

1. Actuar con valentía, compasión y amor: Nuestra amada iglesia evangélica pentecostal ha carecido de valentía para enfrentar con seriedad este problema, pensando que si baja la guardia respecto al divorcio y nuevo casamiento, evidencia señales de contaminación. No podemos conformarnos y adormecer nuestras conciencias a la voz de Dios, ignorando el sufrimiento de algunas de nuestras ovejas, y de otros muchos que no lo son pero a quienes estamos llamados a ser luz y sal.
La crisis del divorcio nos concede una clara oportunidad para practicar la compasión y amor cristiano de los que tanto hacemos alarde.

2. Enseñar respecto al divorcio con claridad, seriedad y moderación teológica: Es tiempo de enseñar a los miembros de nuestras congregaciones respecto al tema del divorcio con total claridad, honestidad, seriedad bíblica y moderación teológica. Los creyentes tenemos la responsabilidad de reinterpretar los principios bíblicos a luz de los fenómenos socio-culturales que en nuestra época estamos viviendo (entendemos que los principios bíblicos no cambian pero si las formas culturales donde se dieron originalmente). De esta manera evitaremos tristes episodios de discriminación o apatía para con las personas que han vivido el divorcio.

3. Estructurarse adecuadamente para enfrentar los casos de divorcios en nuestras
iglesias:
Resulta interesante conformar dentro de nuestras denominaciones estructuras que sirvan para evaluar, apoyar y orientar los casos de divorciados que lleguen o estén en nuestras congregaciones. Estructuras como: “comités de asuntos familiares”, “tribunales para la familia” o algo parecido; que estén conformados por pastores y lideres de la nuestras organizaciones, capacitados en áreas sensibles y correspondientes (pastores, consejeros o mediadores familiares, abogados, asistentes sociales, entre otros). La experiencia nos ha revelado lo restaurador y estimulante que es para un miembro de la iglesia divorciado que se examine particular y minuciosamente su caso. La aceptación de su situación y el reconocimiento religioso de nuevo matrimonio, si así lo amerita el caso, le dará al hermano afectado un respaldo que la mayoría de la congregación respetará y compartirá.

4. Formar grupos de apoyo local: Puede resultar de una gran ayuda contar en cada congregación con un departamento de consejeros (adecuadamente capacitados) que apoyen y asesoren a las personas que estén enfrentando o que han vivido la instancia del divorcio. Las personas divorciadas o en proceso de divorcio, requieren de apoyo, orientación y aceptación. Muchas de nuestras iglesias cuentan con actividades para Jóvenes solteros, recién casados o matrimonios en general, pero no cuentan con instancias pastorales u opción alguna para los hermanos divorciados que no se han vuelto a casar. Tal situación genera la ausencia de pertenencia y aislamiento por parte de los afectados. Un grupo de comunión debidamente enfocado resulta en gran bendición para ellos y para quienes lleguen solicitando esta ayuda terapéutica y sanadora que ha provisto el Señor por medio de su iglesia.

5. Insertar a los hermanos que han superado el divorcio en proyectos y misiones de la
iglesia local:
Edificante y catártico resulta para los hermanos que han superado el trance critico del divorcio, servir al Señor y a la iglesia de la que son parte (y con todo derecho), dentro de áreas de desarrollo evangelistico, social o eclesial. Se sabrán, con justa razón, una oveja más del redil del supremo pastor. Un obrero más de la mies, que recibirá igual salario al término de la jornada.

Conclusión
Aun cuando no estemos de acuerdo con el divorcio, si creemos que se debía legislar al respecto. Entendemos que la nueva ley de matrimonio civil chilena no responde plenamente a todos los parámetros que quisiéremos ver tratados en el divorcio desde el prisma cristiano evangelico, y que no aborda algunos temas de conflicto según nuestra forma de ver la problematica ( es complicado aceptar la cláusula que permite el divorcio de común acuerdo por la no convivencia por más de un año, puesto que un matrimonio puede poner fin a su vinculo sin un motivo de peso, y solo amparandose en el "mutuo acuerdo de las partes", por dar un ejemplo).

Podemos ver en este fenómeno social una gran oportunidad para actuar con todas las virtudes que la iglesia a recibido de su Señor. ¿Quién mejor que la iglesia de Cristo para restaurar a los que han sufrido el trauma de la separación y el fracaso matrimonial?. El evangelio de Jesucristo nos ha provisto de las herramientas apropiadas para darle a la familia de hoy los valores y principios que puedan influir en las vidas de sus componentes.

La iglesia puede navegar en este mundo globalizado y de vertiginosos cambios sin temor a zozobrar o perder el rumbo. Puede devolver el sentido de pertenencia y aceptación a los que se han extraviado en su solitario intento de autorrealización.

La iglesia tiene las capacidades y carismas necesarios para devolverles la confianza en la institución del matrimonio a los dañados o fracasados en su intento por conformar la sociedad conyugal.

Si la iglesia no esta dispuesta a tratar el asunto del divorcio con valentía, honestidad, seriedad, compasión y amor, dejando de lado los legalismos absurdos que no poseen respaldo bíblico; no esperemos ni demandemos milagros por parte del Estado, los tribunales de la familia o los desempleados “mediadores familiares”.

La iglesia debe involucrarse activamente y eficazmente en el que hacer social y en sus problemáticas si de verdad deseamos ser “la luz del mundo y la sal de la tierra”.


Pr. Gustavo Robles C.
Bach. en Teologia. Est. de Lic. en Teologia
Dip. en Ciencias de la Religión U.de Chile.
Dip. en Egiptologia y Medio Oriente Antiguo U. de Chile.
Lenguas Biblicas Hebreo y Griego U de Chile.
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1 Enciclopedia Judaica (New York, Macmillan, 1971), vol. 6, p. 123.
2 Josué Fonseca, Notas para un simposio, Seminario Teológico Bautista de Santiago, 1994
3 Nueva Ley de Matrimonio Civil, Ediciones Lexnova, Pág. 19, 2006.
4 Idem, Pág. 19 – 20.
5 Idem. Art. 54, Pág. 22.
6 Idem. Titulo VI, Art. 131 – 134, Pág. 102.
7 Idem. Cap. VI , Art. 54, Pág. 22.
8 Oscar Pereira, Para otro dialogo sobre el “divorcio”, Seminario Teológico Bautista de Santiago, Pág. 1, 2005.
9 La Mishna, tratado de Guittín 9:10, Edit. Sígueme, 1997.
10 Oscar Pereira, Para otro dialogo sobre el divorcio, Seminario Teológico Bautista, Pág. 1, 2005.
11 Fernando Castillo, Iglesia, Familia, Divorcio; enfoque teológico, ético y sico-social, C. E. Diego de Medellín
Pág13, 1995.
12 Fuente: S. Herrera, E. Valenzuela, Estimación sobre datos INE y CASEN, 2006.
13 Fuente: pagina virtual del INE, Anuario de Justicia 2004.
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Bibliografía
Fernando Castillo, Iglesia, Familia, Divorcio; enfoque teológico, ético y sico-social, C. E. Diego de
Medellín, 1995.
Josué Fonseca, Notas para un simposio sobre el divorcio, Seminario Teológico Bautista, 1994.
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Nueva Ley de Matrimonio Civil, Ediciones Lexnova, 2006.
Oscar Pereira, Para otro dialogo sobre el divorcio, Seminario Teológico Bautista, 2005.
Víctor Pospishil, Divorcio y nuevo Matrimonio, Ediciones Carlos Lohle, 1969.
La Mishná, Editorial Sígueme, 1997.
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Diccionario Bíblico Hebreo- Español, Luís A. Schokel, Editorial Trotta, 1994.
Léxico Griego – Español del Nuevo Testamento, Alfred Tuggy, Editorial Mundo Hispano, 1996.

IDENTIFICANDO A LOS FALSOS MAESTROS DE HOY




IDENTIFICANDO A LOS FALSOS MAESTROS DE HOY




“Hubo además falsos profetas entre el pueblo, como también habrá falsos maestros entre ustedes. Éstos introducirán encubiertamente herejías destructivas, llegando al extremo de negar al soberano Señor que los compró, atrayendo sobre sí una rápida destrucción. Muchos los seguirán en sus prácticas vergonzosas, y por causa de ellos se hablará mal del camino de la verdad. Llevados por la avaricia, estos maestros se aprovecharán de ustedes con relatos inventados por ellos...” (2Ped. 2: 1-3. NVI )
“Permanezca en ustedes lo que han oído desde el principio. Si así sucede, también ustedes permanecerán en el Hijo y en el Padre. Y esto es lo que él nos prometió: la vida eterna.
Les escribo esto respecto a los que procuran engañarlos. En cuanto a ustedes, la unción que de él recibieron permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Pero como esa unción les enseña acerca de todas las cosas_ y es auténtica y no falsa_, permanezcan en él como les ha enseñado”
(1Juan 2: 24 – 27.NVI )

En este sencillo estudio pretendemos analizar el fenómeno siempre presente de las falsas enseñanzas y sus exponentes. Principalmente compartir algunas herramientas de tipo bíblico-teológico-exegético, es decir, por medio del estudio de la Biblia, de la reflexión teológica práctica y la sana interpretación de las Escrituras, mantenernos alerta en contra de todo lo que atente directa o indirectamente con la sana doctrina cristiana.

Características típicas en los movimientos o maestros de falsas enseñanzas

Tal como lo expresa el texto de 2 Pedro 2: 1-3 la existencia de falsas enseñanzas ( pseudodidáskalia; pseudo, mentira, falsedad, engaño; didáskalia, enseñanza, doctrina) ha sido un mal endémico en la historia de la iglesia cristiana. Desde sus primeros años de existencia, la iglesia de Cristo debió defender la fe que Cristo compartió a sus discípulos, es así como nacen las epístolas apologéticas paulinas, 1 y 2Pedro y los escritos joaninos. En el siglo II d.C. algunas escuelas de pensamiento cristiano, como la de Alejandría, dedicaron sus máximos esfuerzos a defender la fe de las enseñanzas corrompidas del gnosticismo-seudo cristiano y otras deformaciones doctrinales que afectaban a la cristología.
En nuestros días la iglesia cristiana-evangélica Latinoamericana se encuentra enfrentando serios problemas por la proliferación de falsas enseñanzas y sus numerosos exponentes, que han aprovechado estratégicamente los medios de comunicaciones para promover sus creencias y prácticas. Nuestra amada nación no ha sido la excepción a esta epidemia de ideas y enseñanzas distorsionadas que nos bombardean haciendo alarde de sus recursos logísticos, estructurales, económicos y humanos. No debemos caer en el burdo error de creer que por el mega-crecimiento y aparente “éxito” (bastante humano por lo demás) estos movimientos enseñan lo correcto. Un ejemplo de ello es el que nos entrega el doctor en sociología Jean Pierre Bastian1 al afirmar que el movimiento religioso de mayor crecimiento en la ultima década en América Latina, es la Iglesia Universal del Reino de Dios (Pare de Sufrir), que cuenta con templos en más de 30 países (también presente en Europa y África), 37 obispos, 7.500 pastores y para fines del 1995 contaba ya con un patrimonio de 400 millones de dólares, una cadena televisora propia, 22 radioemisoras, un periódico, una constructora y el Banco de Crédito Metropolitano, todo esto sin contar con los numerosos contratos con radioemisoras y televisoras en los distintos países donde se han establecido. Sin embargo, los evangélicos chilenos sabemos que se trata de una secta que difunde una serie de falsas doctrinas y enseñanzas distorsionadas que desfiguran el evangelio de Jesucristo.
Usando como base el pasaje ya citado de 2Pedro 2 y otros observemos las principales características de los movimientos o maestros de falsas enseñanzas:

1 Enseñan ideas y prácticas que contradicen la doctrina cristiana de manera encubierta (2Ped. 2: 1)
2 Por lo general atentan contra la Teología (enseñanza acerca de Dios), Cristología (enseñanza respecto a Cristo) y Neumatología (enseñanza respecto al Espíritu) clásicas del cristianismo.
3 Sus fines son afanes egoístas o simplemente lucrar con la fe las personas (2Ped. 2: 3).
4 No les importa engañar a las personas con tal de lograr sus objetivos ( 1Tim. 3:13).
5 Sus enseñanzas son destructivas y corroen la fe (2 Tim. 2:17).
6 Sus enseñanzas se disfrazan de piedad y seudo-espiritualidad ( Mt. 7:22,23; 2 Tim. 3: 5).
7 Hacen uso de vana palabrería acompañada de acciones de carácter místico (1Tim. 1:3,4).
8 Expresan egocentrismo y deseos de poder (2Ped. 2:18,19).
9 Entregan soluciones simplistas y superficiales a los problemas de las personas (2Tim. 4:3,4).
10 No se interesan realmente por la vida de las personas ni por su integridad.

Enseñanzas reñidas con las Sagradas Escrituras difundidas en nuestro actual contexto cristiano
Hemos afirmado que nuestra iglesia latinoamericana esta sufriendo el ataque de un abanico de falsas enseñanzas. Los embates más violentos y nocivos no provienen de nuevos movimientos religiosos o sectarios, sino de la misma iglesia evangélica. Como lo declara el Dr. René Padilla, la iglesia evangélica latinoamericana requiere de su propia reforma, volver a una comprensión seria de las Escrituras y erradicar todas las enseñanzas heréticas que la están socavando.

1. 'Conversión' sin arrepentimientoLa práctica predominante hoy entre las iglesias evangélicas es pedir “una decisión por Cristo”, sin enseñar la necesidad del arrepentimiento. Es muy claro en la Biblia que Jesús exigía un buen conocimiento de lo que el “convertido” estaba aceptando. Jesús tomaba especial cuidado cuando le seguían las multitudes de asegurar que sus esperanzas no fueran falsas. En Lucas 14, por ejemplo, le advirtió a la multitud que “él que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:27). Y les exhortó a calcular el costo de ser su discípulo (vs. 28-33). En muchas otras ocasiones Jesús aclaró que ser discípulo de él requería negarse a sí mismo, aceptar a Jesucristo como único Señor y Rey, y fue por esto que Jesús comenzó su predicación diciendo “el reino de Dios se ha acercado, arrepentíos y creed el evangelio”. Por enseñar un evangelismo sin arrepentimiento, la misma iglesia evangélica ha producido “cristianos no-arrepentidos”, aqegurando a muchos la promesa de la salvación y la vida eterna sin cumplir con los requisitos que Dios exige. Esta enseñanza distorsionada ha producido cristianos distorsionados”, e “iglesias distorsionadas”. El afán por las “decisiones por Cristo” es motivado por la creencia que un gran número de personas en la iglesia es señal de éxito ministerial, y fácilmente se asegura que las personas “recibieron a Cristo” a pesar de que su vida no lo muestre. En cambio, Jesucristo envió su iglesia a hacer discípulos, seguidores de él, “enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado” (Mat. 28:20).

2. Los mal llamados apóstoles y sus enseñanzas

El movimiento apostólico que ha proliferado en Latinoamérica en estos últimos años ha traído consigo una serie de exponentes que han evidenciado serias falencias en su interpretación bíblica y en la ética de sus prácticas. Los problemas van desde una frecuente interpretación “alegórica” (aunque en muchos casos la expresión adecuada sería “espiritualizada”, para guardar el respeto a la histórica forma de interpretación de la escuela alejandrina del siglo II y III d.C.) hasta la arrogancia de entregar “nuevas revelaciones” como algunos declaran sin complejos y desafiando la enseñanza bíblica sin temor o respeto alguno.
El argumento de los protagonistas de este movimiento es que el “oficio” o “ministerio” apostólico ha estado ausente de la Iglesia por más de mil años. El “apóstol” John Eckhardt, en su libro “Moviéndonos en lo Apostólico” dice: “El oficio del apóstol ha estado vacante mucho tiempo por causa de la incredulidad y la tradición de la Iglesia. Hoy está siendo suplido por aquellos a quienes el Señor ha escogido. El “apóstol” taiwanés Elías Hong afirma: “…Por más de mil años después de los apóstoles de la iglesia antigua Dios no levantó apóstoles. A través de Kong Duen Yee el fundamento de la Iglesia fue puesto una vez más, y la completa verdad que estuvo perdida por más de mil años ha sido restaurada”. Los apóstoles modernos enseñan que “Con la restauración del oficio del Apóstol hay una restauración de la doctrina apostólica, una revelación apostólica, un gobierno con audacia apostólica.” “Los apóstoles y profetas dirigirán la Iglesia en la conquista de los reinos de este mundo”. También enseñan que los demás ministerios (el del profeta, evangelista, pastor y maestro) están sujetos a la autoridad de los apóstoles, y en consecuencia, los apóstoles serían los líderes y gobernantes de la Iglesia.
Realicemos un examen bíblico a la expresión “apóstol”, la que encontramos en el Nuevo Testamento griego expresada en los siguientes verbos y sustantivos: apostello enviar, despachar; exapostéllo enviar, hacer ir; apóstolos enviado, comisionado; apostolé apostolado. Sin lugar a dudas el término que nos interesa es apóstolos, puesto que es el utilizado en Efesios 4: 11. Este adjetivo verbal deriva de apostello y se comienza a utilizar como sustantivo en el lenguaje naval antiguo del griego clásico para referirse a una expedición naval, muy rara vez se emplea para hablar de un enviado o comisionado individual y particular, puesto que para ello se empleaba ángelos. Podía referirse también a alguna delegación diplomática como la encontramos en Josefo (Ant. 17:30).
En el judaísmo de tiempos de Jesucristo encontramos la figura del shaluah “enviado” que remonta su origen en el antiguo derecho semítico del mensajero, de esta manera lo encontramos en la ley oral judía, La Mishná: “El enviado (shaluah) de un hombre es como el mismo hombre” (La Mishna, Berajoth 5:5), sin embargo esta labor de representación legal estaba limitada temporalmente a una tarea precisa y cesaba cuando se había cumplido, sin tener connotaciones misioneras, puesto que tal sentido no se encuentra en la religiosidad judaica.
El sustantivo “apóstolos” se utiliza 79 veces en el Nuevo Testamento, empleándose exclusivamente en el sentido general de “mensajero” y como una designación del oficio del apostolado en la iglesia primitiva.
Apóstolos sólo se utiliza en los evangelios una vez en Mateo, Marcos y Juan (Mt. 10:2; Mrc.6: 30; Jn. 13:16) mientras que en Lucas el empleo de apóstolos está prácticamente reservado a los 12 discípulos (Lc. 6: 13; 24:36) y ninguna otra autoridad autónoma podría existir junto a la de los 12 apóstoles (Hch. 10: 1- 11; 15: 22). Para comprender el uso que hacen los escritos paulinos del término apóstolos consideremos:

a) La vocación y la misión para el apostolado no proviene de los hombres, sino de Dios (Rom. 1:
5; Gál. 1: 1; 1 y 2Cor. 1:1).
b) La vocación apostólica se basa en un encuentro con el Cristo resucitado (1Cor. 15:7, 8; Gál 1:
16).
c) Con la vocación del apostolado (a diferencia del shaluah ) va unido el mandato de la misión
entre los gentiles (Rom. 11:13; Gál. 2: 8).
d) El oficio apostólico va acompañado de señales y milagros (Rom. 15: 19; 2Cor. 11:12).
e) El oficio apostólico posee también autoridad revelativa escritural y doctrinal (Col. 4:16; 1Tes.
2:13; 5:27)
f) Al oficio apostólico pertenece inseparablemente el sufrimiento por Cristo (1Cor. 4:9; 15:30;
2Cor. 4:7; 11:23).
g) Pablo no ofrece ningún indicio de que el apóstol sea levantado por encima de la comunidad o
goce de distinción especial entre los demás ministerios (Rom. 1: 11; 1Cor. 12:25; Ef. 4: 11).
h) Pablo manifiesta que fue el último (escaton) en ver al Señor resucitado, por lo tanto da
entender que ninguno otro después de él cumpliría con este requisito (1Cor. 15: 8).
i) Aun cuando Pablo nombra como apóstolos a Junias, Andronico, Bernabé, Tito y Epafridito, sin
embargo no se puede tener la certeza si se emplea en el sentido de “mensajero” con una tarea
específica y temporal o si poseen los rasgos de apostolado del grupo de los doce, lo que sería
incierto.
Desde el punto de vista exegético y estrictamente investigativo, todo estudioso del Nuevo
Testamento deberá reconocer que resulta difícil determinar con claridad el uso del término apóstolos sin tener que depender de hipótesis interpretativas. Una cosa es clara; ninguna parte del Nuevo Testamento delata una comprensión del apostolado como un oficio eclesiástico institucionalizado, y por lo tanto transmisible, como lo plantea el Dr. Dietrich Muller:
“…entendemos que la comunidad cristiana del primer siglo utilizó el concepto del apostolado como asociada al canon y para impedir la deformación del testimonio de Cristo y para garantizar la realidad del Cristo crucificado, y exaltado; el Cristo histórico, y el Cristo del kerigma ( el mensaje evangélico)” 2
A la pregunta de qué ha sucedido con el ministerio apostólico en nuestros tiempos, o por qué dejó de ser en apariencia necesario, el Dr. Muller (además de otros eruditos) responde que la labor apostólica principal de servir a la revelación, la doctrina y la conservación del kerigma ha sido asegurada en el canon del Nuevo Testamento, y a esto se suma la labor del Espíritu Santo y el carácter apostólico de la iglesia universal de Cristo ya sólidamente constituida. Sin embargo nos merece respeto “la posición” de quienes sostienen la vigencia y transmisión del apostolado como el resto de los ministerios generales, no así las enseñanzas aberrantes de muchos de los llamados “apóstoles” hoy en día.

3. Los mal llamados profetas y sus enseñanzasOtro movimiento que nos ha generado una serie de enseñanzas erradas es el contingente bastante nutrido de ministros evangélicos que se han declarado “profetas” del Señor y de la iglesia de Cristo. La gran mayoría de sus expositores (o por lo menos los más renombrados y conocidos a nivel latinoamericano), poseen serios problemas de interpretación bíblica, evidencian falencias en su conocimiento de las doctrinas principales del cristianismo histórico, muchos de ellos carecen de formación bíblica formal, pretenden desarrollar un ministerio profético a la usanza de los siervos de Dios del Antiguo Testamento ignorando por completo sus implicancias teológicas. Todos estos elementos, sumados a un autoritarismo y personalidades desbordantes, han servido de agentes promotores de enseñanzas distorsionadas acerca de la prosperidad, conducta de vida y fe cristiana.
La expresión griega profétes (expresión compuesta pro, adverbio de tiempo que significa “previamente”, “antemano” y phe, “decir”) se traduce como “el que predice” o “el que anuncia”. En el siglo V a.C. el uso de la expresión en el mundo griego era el anunciador, el locutor publico (Píndaro, Pae. 6:6; Eurípides, Bacch. 211). El término está ligado a la realidad del oráculo de la antigua Grecia, donde la profetis o promantis, jóvenes doncellas escogidas de entre la población, se sentaban sobre un trípode, bajo el influjo de vapor o humo de cierta especie alucinógena y el masticar hojas de laurel, emitían sonidos extraños o glosas (tipos de lenguas) que sólo podía traducir o interpretar un asistente llamado profeta o mantis (Herodoto VI, 66, 2; Platón, Tim. 71e). En esta práctica el profeta no se hacía responsable de lo anunciado, puesto que el mensaje venía directamente de la divinidad, por lo tanto él sólo aconsejaba, la decisión final la tenía el consultante. Podemos entonces definir “profeta” en la cultura griega como: el que responde a una pregunta de un consultante, en una situación actual, histórico-concreta, anunciando en voz alta y de una manera inteligible el consejo y la voluntad de la divinidad.3En el Antiguo testamento se utilizaba la expresión hebrea nabi` traducido como “el que anuncia o pregona algo”. La expresión aparece 309 en el Ant. Testamento. El profetismo hebreo experimenta una evolución que va desde los “grupos extáticos”, que recorrían el país libremente y que por medio de instrumentos de música llegaban al éxtasis y luego entregaban sus mensajes (Num. 11: 10; 1 Sam. 10:5; 19:18). Los grupos “proféticos monásticos”, o escuelas de profetas que se agrupaban en torno a la figura de un pregonero de Dios conocido y respetado, para ser instruidos por él (2 Reyes 2: 3; 4:38; 6:1). El “profetismo cúltico”, que aparece junto al sacerdote para dar respuesta de Dios a las interrogantes del pueblo (1 Re. 1:8; 22:24; 2Sam. 12:1). Finalmente aparecen “los profetas escritores”, que generalmente denunciaban la falta de piedad del pueblo (Os. 8: 14; Mi. 3: 9-12; Is. 1: 10 –17: Jer. 7: 1-15), entonces el nabi´ pasa a ser “el que habla a nombre o de Dios”, y tiene por misión declarar el mensaje de Dios para su pueblo, en relación con el juicio y la esperanza de salvación.
En el Nuevo Testamento el término prophetes se utiliza en 144 oportunidades con la acepción del anunciador, el expositor o el predicador de la revelación divina. Se emplea la mayor parte de las veces para hablar de profetas del Ant. Testamento; de Juan Bautista; de Jesús; alguien que anuncia el Reino de Dios o el evangelio de Cristo; algún cristiano que posee el don de profecía; y a los escritos del Ant. Testamento. En la iglesia cristiana del primer siglo se conocía el oficio o servicio de hermanos dotados del don de profecía, por lo que se supone que muy pronto se institucionalizó al punto de que Pablo los menciona en el mismo plano que a los apóstoles (1Cor. 12:28; Ef. 4: 11).
En las comunidades paulinas los profetas tenían un servicio que realizar por parte de Dios (1Cor. 14:23): aconsejar, consolar, educar, edificar (1Cor. 13: 2; 14:3, 24), debían controlar el no convertirse en una fuerza extática que estorbara el culto (1Cor. 14: 30-33). Sin lugar a dudas se trataba de un servicio a la congregación, en contra de todo individualismo neumático, no importando cuán magníficos eran los dones que lo adornaban. Un signo de la exuberante efusión del espíritu es el gran número de profetas conocidos en la iglesia primitiva (Hch. 11:27,28; 13:1; 15:32; 21:9).
El profetismo continuó existiendo durante cierto tiempo en la iglesia primitiva hasta que debido a los abusos montanistas, llegó al descrédito en el siglo II y fue desapareciendo paulatinamente (Didáche 10:7; 11:7-11; 13:1-7; Justino, Dial.82:1).
Existe la tendencia de parte de respetados eruditos del Nuevo Testamento a considerar a la predicación de la Palabra de Dios, como una de las facetas proféticas más destacadas y comunes dentro de la iglesia de todos los tiempos, sin desmerecer la capacidad de anunciar lo que se encuentra oculto.

4. Las falsas enseñanzas acerca de la “prosperidad”



El concepto de “prosperidad” se ha distorsionado inmensamente en estos tiempos en la enseñanza de la iglesia latinoamericana, de tal modo que hablar de bendiciones es hablar de “salud absoluta” y “obtención de riqueza”, es la enseñanza de un evangelio que busca las añadiduras antes que el Reino. Los maestros de la “falsa enseñanza de la prosperidad” concuerdan en que Dios promete prosperidad en lo material, riquezas y éxito a todo aquel que se una a su forma particular de interpretar el evangelio. Que la forma de adquirir esta prosperidad es por medio de una mal llamada fe. El uso de métodos como los de confesar audiblemente ciertos versículos bíblicos, visualizar en la mente cosas materiales que se deseen y orar pidiéndolas a Dios, o también atar y reprender espíritus de pobreza o espíritus que impiden que vengan las riquezas. Un principio muy particular e importante es que ofrendando grandes cantidades de dinero a cualquiera de estos grupos, se promete que Dios se lo devolverá en forma sobrenatural, multiplicado.
Cualquier estudiante serio de la Biblia se puede dar cuenta que la esencia del evangelio ha sido suplantada por un sistema de materialismo y egoísmo en donde a Dios se le presenta como un escalón para obtener riquezas y éxito, mientras se fomenta y manipula la avaricia de los congregantes para estimularlos a dar dinero a la organización, o a los mismos exponentes de la doctrina de prosperidad. Se manipula la Biblia y algunos principios cristianos para llevar a la gente al paganismo característico de nuestra sociedad consumista. En las Sagradas Escrituras la verdadera “prosperidad” tanto en el hebreo tsaleaj , como el griego euodoo y euporía, es un don de Dios resultante de buscar y realizar su voluntad divina (2Cr. 26:5; 1Cor. 16:2; 3Jn. 2), prioriza la riqueza espiritual: “A los ricos de este siglo manda... que sean ricos en buenas obras.” En otras palabras, que a una clase de riqueza agreguen la otra, “que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos....” (1 Timoteo 6:17-18). Es hacer tesoros en el Cielo (Mateo 6:19-21). A la generosidad debe sumarse el contentamiento (1 Timoteo 6:1-10; 2 Corintios 9:8; Filipenses 4:12-13). Nunca las Sagradas Escrituras enseñan que podemos hacer pactos personales para lograr algún tipo de beneficio de parte de Dios, de hecho el término “pacto” berit en el hebreo y diathéke en el griego cuando son usados en relación a Dios, denotan una acción absolutamente unilateral, donde el que hereda o pacta y al mismo tiempo garantiza el cumplimiento es solo Dios (Gén. 6:18; Dt. 4:13, 31; 1Cor.11:25; Heb. 7:22; 8: 6,7; 9:15).

5. La guerra espiritual

Esta enseñanza sobre-enfatizada ya tiene varios años de propagación en Latinoamérica y ha convertido la enseñanza bíblica de la pugna entre el Reino victorioso de Dios y el reino derrotado de las tinieblas, en una especie de burda caricatura de “cazafantasmas evangélicos”. Encontrando posesión demoníaca, en objetos prehistóricos o religiosos, animales, cosas, edificios, obras de arte, esculturas, fotografías, libros, personas, etc.Se ha enseñado una especie de cartografía espiritual (“mapeo espiritual”) empleando el argumento que para ganar “la guerra espiritual” es imprescindible la investigación geográfica e histórica con “discernimiento espiritual” y conocer los nombres de los demonios y el poder que ostentan. La existencia de “espíritus territoriales” que existe en una línea jerárquica de demonios (entidades y potestades, etc.) a quienes se les ha les ha asignado un área geográfica específica. Esta idea resulta de una mala interpretación de textos como Daniel 10, que más bien debe ser interpretado como literatura escatológica.
En ningún lugar del Nuevo Testamento se trasmite información sobre espíritus territoriales, ni existen precedentes de “guerra estratégica” contra los demonios tal como enseña esta falsa enseñanza, sino sólo en el ámbito personal. Es cierto que el Señor Jesús comisiona a sus discípulos y les capacita para realizar la obra de exorcismo (expulsión de demonios), sin embargo les deja en claro que esto es sólo señal de que el Reino de Cielos se ha acercado a los hombres (Mt. 10:1-7; 12:28). La Biblia no nos manda ir en busca de demonios, actividad demoníaca, sino a predicar el evangelio y a hacer discípulos, enseñarles todo lo que se nos ha enseñado a nosotros (Mt. 28: 19, 20).
En Efesios 6, Pablo nos exhorta a ponernos toda la armadura de Dios empleando una ingeniosa analogía entre el uniforme de un legionario romano y los dones que Dios ha puesto a disposición de todos los creyentes para vivir la vida de justicia y santidad que agrada a Dios. Es interesante notar que la armadura que describe Pablo es más bien la empleada por un soldado defensivo, es decir un legionario que debe sostener una guarnición y no la utilizada por un legionario ofensivo. El apóstol intenta decirnos que al vivir el evangelio de Cristo estamos ofreciendo oposición al reino de las tinieblas, nótese por favor la secuencia de virtudes del evangelio: verdad, justicia, paz, fe, salvación, palabra de Dios, oración. ¡Es la vida cristiana genuina la verdadera armadura en contra de la maldad de este mundo!, no una persecución en contra de espíritus, demonios, potestades, capitanes, mayores y generales del mundo espiritual. La verdad es que los expertos en angelología y demonología, no están seguros si existe en las Sagradas Escrituras la intensión de describir un escalafón de rangos entre los ángeles o demonios, pero si podemos estar seguros que las expresiones griegas que utiliza Pablo en verso 12 no tienen este propósito; arjas, (autoridad), exousías (poder, gobierno) y kosmokrátoras (gobernante del mundo), son expresiones sinónimas que hablan del poder, autoridad y gobierno que ejercen las tinieblas sobre la humanidad que esta bajo su dominio. El Dr. en teología Frank Macchia, nos plantea respecto a la interpretación de este pasaje que Pablo realiza una descripción de la fuerza de las tinieblas por medio de un lenguaje relacionado con las estructuras políticas opresivas 4, es decir, las tinieblas que enfrentamos los creyentes son tan opresivas y dominantes como gobernantes déspotas y tiranos que existen en el mundo. De igual manera nos recuerda el Dr. Max Turner, que Pablo escribe a la iglesia de Cristo en la ciudad de Efeso, famosa por su idolatría y por sus prácticas de hechicería, y sin embargo el apóstol utiliza términos generales y sinónimos sin caer en una larga lista de nombres y cargos como se usaba en Efeso. 5Esta enseñanza hace demasiado énfasis en la demonología, tomando poco en cuenta la naturaleza pecaminosa del hombre como la causa esencial de los males de la humanidad (Romanos 8:5-8; 1 Juan 2:16), sin lugar a dudas es más fácil culpar a espíritus o demonios de las conductas pecaminosas de los seres humanos, que reconocer que son consecuencia de nuestra maldad.

6. Las maldiciones generacionales

Esta doctrina errada enseña que los demonios pueden trasmitirse por herencia genealógica, como consecuencia de una maldición echada sobre la familia o por razones naturales, sugieren que existen “espíritus generacionales de sangre”. Por lo tanto resulta necesario realizar una liberación de tipo regresiva o retroactiva, es decir, muchas personas requieren ser liberados de las ataduras demoníacas que recibieron sus antepasados. Esta enseñanza evidentemente contradice y subestima la eficacia de la obra redentora de Cristo en la cruz del Calvario (Heb. 7:26-27; 9:11-12; 10:8-14), y niega la realidad del nuevo nacimiento (2 Cor.5:17). Uno de los efectos de esta enseñanza es que hace vivir a los cristianos en temor e inseguridad continua (1Jn. 4:18; Rom. 8:1, 15, 31-39).
Es cierto que existen tendencias heredadas y trasmitidas por genes en los cromosomas del genoma humano. Puede haber deficiencias y debilidades de personalidad, psicológicas o físicas que hemos recibido de nuestros padres; pero esto no quiere decir que las enfermedades se deben a maldiciones sobre nuestros padres y ancestros, o a demonios generacionales actuando por décadas en nuestras familias.

7. El Reino Presente, instaurado por los apóstoles y profetas

Esta falsa enseñanza plantea que el Reino es establecido por los profetas y apóstoles. Según la versión de John Eckhardt, Ronny Chávez, Rodolfo Font, Antonio San Cristóbal, entre otros: “los apóstoles y profetas establecerán el Reino después de la conquista de los reinos de este mundo, y cuando suceda esto, Cristo vendrá y podrán entregárselo todo a Él”.
Los exponentes de esta doctrina errada impulsan a la Iglesia para que participe activamente en la política, buscando establecer por medio de la conquista del poder gubernativo el reino de Dios aquí y ahora. La enseñanza del “reino presente” procura que la Iglesia se introduzca dentro del sistema para que influya, cambiando las leyes injustas e inmorales, y forjando por sus propios medios un sistema terrenal que sea regido por los principios del Reino de Dios.
Cristo nunca enseñó que la Iglesia sería parte de los sistemas políticos de este mundo. Los hombres son los que están procurando trastocar su verdadera misión. Los maestros de esta enseñanza errada olvidan que todos los gobiernos humanos, con sus sistemas ideológicos, son pasajeros y efímeros, por lo que la Iglesia corre el riesgo de perder su identidad eterna si entra en relaciones con éstos, pues tarde o temprano se comprometerán con el sistema dominante. El propósito esencial de los maestros del “Reino Presente” es cambiar la injusticia, y establecer por medio de la Iglesia un gobierno humano perfecto. Pero ésta y cualquier otra enseñanza similar están fuera de la realidad bíblica sobre el plan de Dios, porque el Reino de Dios no es, en sentido absoluto, un sistema político establecido por el hombre aquí y ahora. Jesús afirmó: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos. Ahora, pues, mi reino no es de aquí” (Juan 18:36). El Reino de Dios que experimentamos los creyentes, es el reino o gobierno de Jesús en el corazón humano que lo recibe (Lucas 17:21); es espiritual e interno. El Reino escatológico (Apocalipsis 12:5,10) es literal y visible; el diablo y la muerte misma serán destruidos (Apocalipsis 20:10,14). Esta concepción escatológica sin embargo, no debe hacer olvidar la responsabilidad social de la Iglesia, ni tampoco limitar su influencia como “sal” y “luz” (Mateo 5:13-16). Hemos de ser conscientes que la Iglesia y el mundo son dos comunidades radicalmente distintas entre sí como la luz y la oscuridad o la sal y la descomposición; pero los cristianos, para ser de alguna ayuda a la sociedad no cristiana, como “sal” deben penetrar en la carne y como “luz” brillar en la oscuridad (1 Pedro 2:11-17).
La Iglesia Evangélica posesionada de los principios morales y espirituales de Cristo debe influir en la sociedad y el gobierno, a través de grupos o individuos organizados; pero no como Iglesia identificada con algún partido político, para no politizar el Cristianismo eclipsando su preocupación central, que es la redención integral del ser humano mediante una profunda y personal experiencia con Dios.

Medios a nuestra disposición para detectar y corregir las falsas enseñanzas

En este estudio hemos reconocido las características generales de los falsos maestros y los movimientos que enseñan doctrinas erradas. Realizamos un breve análisis de las enseñanzas erradas más difundidas en la iglesia evangélica latinoamericana, y por ultimo será importante considerar los medios que el Señor nos ha otorgado para detectar y no ser influenciados por los falsos maestros.
Nos es necesario retomar el pasaje de 1Juan 2: 24-27 que utilizamos al inicio de este estudio. El escritor bíblico utiliza estas expresiones para exhortar a los hermanos de la iglesia en Asia que estaba siendo amenazada con enseñanzas proto-gnósticas que atentaban contra la deidad de Cristo. Juan alienta a los creyentes a permanecer fieles a la Palabra de Dios que se les había enseñado y a confiar en la asistencia y guía del Espíritu Santo. El conocimiento y sana interpretación de la Palabra de Dios y la dirección del Espíritu Santo, son para los creyentes dos baluartes en contra de las falsas enseñanzas, así lo expresa el Dr. Howard Marshall:
“Así nuevamente el antídoto para no caer en conceptos falsos de la fe cristiana se encuentra en mantenerse firme en la enseñanza inicial que nos legaron los apóstoles de Cristo, que es confirmada en nuestros corazones por el Espíritu”. 6
Observemos algunos puntos importantes respecto a estos dos “baluartes” de la sana doctrina:

· El fundamento de toda doctrina sana es la enseñanza predicada por Jesucristo y por los apóstoles que él comisionó.
· Cristo es el clímax de la revelación divina, por lo tanto un claro conocimiento de él es la base de la sana doctrina sobre la que debemos edificar nuestra fe (1Tim. 6:3; 2Tim.1:13; Ti.1:9; 2Ped. 3:2).
· Nuestro deber es procurar que la Palabra de Dios “permanezca” meno(permanencia, estrecha relación, comunión intima) en nosotros en forma activa.
· Leer, escuchar, meditar en la Palabra de Dios debe ser nuestra ocupación diaria, de la misma manera que la comida es necesaria para vivir (Jn. 6:35; Col. 3:16).
· El permanecer fieles a la Palabra que se nos ha enseñado nos lleva a la vida eterna, por el contrario, las falsas enseñanzas desvían del camino y conducen a la perdición.
· El creyente escudriña la Biblia como los hermanos de Berea (Hechos 17:11) para ver si las enseñanzas son correctas.
· El Espíritu Santo (en 1 Juan 2: 20 y 27 aparece la expresión crisma (jrisma) para referirse al Espíritu en tres ocasiones, y son las únicas en todo el Nuevo Testamento) que habita en nosotros garantiza la Palabra de verdad que hemos recibido (Juan 14: 26). No hay necesidad de escuchar a los que traen “nuevas enseñanzas” o “revelaciones”.
· Los creyentes podemos comprender el sentido y verdad de la Palabra de Dios con la ayuda del Espíritu, evitando ser engañados.
· Que el Espíritu Santo sea el “consejero o guía” (paraklhtoV, parákletos,) como se expresa en Jn. 14:26; 1Jn. 2: 27, no significa que no existan maestros de la Palabra en la iglesia o que no sean necesarios (Mt. 28:20; Rom. 12:7; Ef. 4:11), sino que éstos deben interpretar bien la palabra de verdad (2Tim. 2: 15. NVI) y deben ser dirigidos por el Espíritu que inspiró las Sagradas Escrituras.

La Biblia nos enseña que siempre han existido los falsos maestros y las enseñanzas erradas, aun más se
nos dice que en los tiempos finales aumentará el deseo de los incautos por oír y creer a esas doctrinas equívocas y muchos serán arrastrados a la mentira (Mt. 24:11-13). Sin embargo, no será esta la experiencia de los creyentes que amamos al Señor, guardamos sus mandamientos, nos presentamos como obreros calificados que siempre desean seguir creciendo en el conocimiento de la Palabra de Dios y ser guiados por el Espíritu Santo a toda verdad y justicia.
“Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad” (Daniel 12: 3).

Pr. Gustavo Robles C.
Bach. en Teologia. Est. de Lic. en Teologia

Dip. en Ciencias de la Religión U.de Chile.
Dip. en Egiptologia y Medio Oriente Antiguo U. de Chile.
Lenguas Biblicas Hebreo y Griego U de Chile.

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1 Jean Pierre Bastian, La mutación religiosa de la América Latina. Pág. 136, 137. Fondo de Cultura Económica, 2003.


2 Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, tomo I, pág.146. Edit. Sígueme. Rev. 2003
3 Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Vol. II, L. Coenen, pág. 414. Edit. Sígueme. Rev. 2004.
4 Frank Macchia, Teología Sistemática. Cap. “Los espíritus creados”, pág. 200. Editor Stanley Horton. Edit. Vida.1994.
5 Max Turner. Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno. Efesios, pág. 1287. Casa Bautista de Publicaciones. 1999.
6 Howard Marshall. Las cartas de Juan. Pág. 160. Edit. Nueva Creación. 1991.


BIBLIOGRAFIA

Bastian, J. Pierre. La mutación religiosa de la América Latina. Fondo de Cultura Económica. 2003.

Beyer, Hartmut. Las Cartas de Juan. Editorial Clie. 1998.

Marshall, Howard. Las Cartas de Juan. Editorial Nueva Creación. 1991.

Ridderbos, Herman El pensamiento del apóstol Pablo. Libros Desafío. 2000.

Teología Sistemática. Editor, Stanley Horton. Editorial Vida. 1994.

Teología Bíblica. Editores, Purkiser, R. Taylor y W. Taylor. Casa Nazarena de Publicaciones. 1991.

Comentario del Contexto Cultural de la Biblia: Nuevo Testamento. Craig Keener. Editorial Mundo Hispano. 2005.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno. Casa Bautista de Publicaciones. 1999.

Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. 2 tomos, Editor Lothar Coenen. Ediciones Sígueme. 2003 y 2004.

La Mishna. Editor Carlos del Valle. Ediciones Sígueme. 1997.

Biblia Nueva Versión Internacional.

Biblia de Jerusalén.

Tanaj hebreo. Editorial Sinaí.

Nuevo Testamento Griego.